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Escapar de las sombras de las infraestructuras: Lecciones de la reutilización equitativa de los espacios públicos

17 de diciembre de 2021
por Meg Daly

En Washington hay consenso: Las infraestructuras estadounidenses necesitan mejoras y mantenimiento. Los debates más acalorados sobre este tema se han centrado en cuánto financiación debe asignarse. Pero el debate más importante, incluso cuando se trata de infraestructuras duras (por ejemplo, ferrocarriles, puentes, carreteras y aceras), debería versar sobre cómo deben gastarse los fondos.  

Tradicionalmente, los fondos federales para infraestructuras y transporte se han destinado de forma desproporcionada a beneficiar a distritos ya prósperos, en lugar de a sus vecinos adyacentes más marginados. Al no aplicar una rúbrica para el impacto social, la financiación gubernamental ha parecido recompensar ciegamente las solicitudes de subvención profesionalmente vinculadas que son ampliamente defendidas por defensores políticos bien posicionados. Según este criterio anquilosado, no cabe duda de que las infraestructuras son culpables del legado de segregación de las comunidades, de provocar la ruina o el desplazamiento, y de devastar los entornos naturales. Sin embargo, si se utilizan con prudencia, las mejoras de las infraestructuras pueden transformar positivamente la calidad de vida de comunidades enteras, catalizar oportunidades económicas y aumentar la resiliencia del entorno. Una reflexión crítica sobre la forma en que los responsables de la toma de decisiones a todos los niveles asignan estos recursos limitados -incluido, en concreto, el empleo de criterios de financiación innovadores para llegar a los lugares en los que históricamente no se ha invertido lo suficiente- ayudaría a maximizar el impacto positivo de estas inversiones y a evitar sus errores históricos y sus resultados devastadores. 

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